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Oficina del Secretario de Prensa
6 de octubre de 2008

Declaraciones sobre Logros y Filosofía Judicial
Hilton Cincinnati Netherland Plaza
Cincinnati, Ohio

EL PRESIDENTE: Muchísimas gracias. (Aplausos). Gracias por venir. Sírvanse tomar asiento. Muchísimas gracias. Peter, muchísimas gracias por la presentación y la invitación.

Laura y yo estamos encantados de estar con ustedes. Acabamos de venir de Texas. Paramos en la mañana en San Antonio y estuvimos con dueños de pequeñas empresas. Estaban preocupados, y con razón, sobre nuestra economía y su capacidad de obtener crédito. Se preguntaban sobre un servidor que cree firmemente en los libres mercados y se preguntaban por qué promoví una medida significativa para hacerle frente a lo que creo, al igual que otros, que es un problema significativo, que es la incapacidad de que el crédito fluya tan libremente como nos gustaría.

President George W. Bush acknowledges the applause of the audience at his introduction to address a legal conference on judicial accomplishments and philosophy Monday, Oct. 6, 2008, in Cincinnati.  White House photo by Eric Draper Y les dije que si pensara que el problema se iba a limitar solamente a Wall Street, habría adoptado una perspectiva particular, pero les dije que estaba preocupado por ellos - así como me preocupaba por ustedes - y por lo tanto, le propuse al Congreso un gran plan de rescate para hacerle frente a este gran problema.

 Pienso que, con el tiempo, este plan funcionará. Promulgué el proyecto de ley el viernes. Tardará un poco que el Departamento del Tesoro ponga un plan en vigor que no malgaste el dinero de ustedes y que logre el objetivo.

Pienso que a largo plazo, la situación económica va a ser buena. Es una economía resistente; es una economía productiva con buenos trabajadores. Esto es un recordatorio de que hemos pasado por momentos difíciles anteriormente, y vamos a superar eso. Y por lo tanto, les estoy diciendo a mis conciudadanos, como a las tres personas con las que tomé café allá en San Antonio, que éste es un gran plan por un buen motivo. Y tardará un tiempo implementar el plan. Y yo les dije que, mientras tanto, continúen vendiendo sus productos y trabajando arduamente.

Entonces, deseo agradecerles por darme la oportunidad de venir a hablar sobre jueces, pero antes de hacerlo quería contarles sobre esta mañana. Y estoy seguro de que escucharán lo mismo... la gente simplemente se pregunta, ¿estos bancos van a quedar paralizados? Y mi respuesta es, tenemos un plan para hacerle frente.

Y también tenemos un plan para abordar lo de los jueces. Es algo que he estado implementando durante siete años y medio. Y entonces, hoy quiero agradecerles a Peter y Chip Miller -que resulta ser el Presidente de la sucursal de abogados de Cincinnati de la poderosa Federalist Society- Fred Finks, el presidente de la Universidad Ashland, Gene Meyer, el presidente de la Federalist Society, por darme la oportunidad de venir a hablarles sobre el poder judicial.

Le agradezco a Ed Meese, ex fiscal general, por acompañarnos. (Aplausos). Paul Clement... (aplausos)... ex secretario de Estado de Ohio. Gracias por venir, señor secretario. (Aplausos). Y gracias a todos ustedes. Comprendo que hay miembros de la Federalist Society que están viendo este programa a distancia, por Internet. Entonces, bienvenidos, gracias a las maravillas de la tecnología moderna.

President George W. Bush addresses his remarks at a legal conference on judicial accomplishments and philosophy Monday, Oct. 6, 2008, in Cincinnati.  White House photo by Eric Draper Antes de incorporarse a la Corte Suprema, Oliver Wendell Holmes conoció a un partidario que le deseó lo mejor en sus nuevos deberes. El partidario expresó satisfacción de que Holmes fuera a Washington a impartir justicia. Holmes respondió: "No esté tan seguro. Voy allá para hacer cumplir la ley". Holmes estaba tratando de dejar en claro lo que creía era la función medular de los jueces: aplicar la ley tal como está escrita, mas no promover sus propios intereses. Sabía que representar la voluntad del pueblo era responsabilidad de los funcionarios electos, no de los jueces nombrados.

Nuestros fundadores le otorgaron a la rama judicial un poder enorme. Es el único poder del gobierno en el que los funcionarios no son elegidos. Eso significa que los jueces en los tribunales federales deben ejercer su poder prudentemente, cautelosamente y quizá haya quienes digan, hasta conservadoramente. (Risas). Y eso significa que la selección y confirmación de buenos jueces debe ser una alta prioridad de todo ciudadano.

Hemos visto el profundo impacto que los jueces pueden tener en la vida cotidiana de todo ciudadano. Vimos el poder de los jueces en el 2002, cuando el Noveno Circuito del Tribunal de Apelación declaró que el Juramento de la Bandera era inconstitucional porque contenía las palabras "ante Dios".

Vimos el poder de los jueces en la decisión Kelo. Una mayoría de 5-4 de la Corte Suprema decidió que el gobierno podía confiscar las casas de las personas para proyectos privados de urbanización si el gobierno decidía que la expropiación era por el bien común.

Vimos el poder de los jueces en Boumediene contra Bush. Allí, una mayoría de 5-4 rechazó los procedimientos minuciosamente formulados que creó el Congreso para los detenidos en la Bahía de Guantánamo en respuesta a una decisión previa de la Corte Suprema. Y por primera vez, la corte otorgó a terroristas extranjeros detenidos en el exterior derechos legales que previamente se reservaban para ciudadanos estadounidenses.

Recientemente, también hemos visto la importante función de los jueces en fallos con una mayoría de 5-4 con resultados muy diferentes: Lo vimos el año pasado, cuando cinco miembros de la Corte Suprema confirmaron una ley que prohibía la espantosa práctica del aborto por parto parcial. (Aplausos). Lo volvimos a ver en junio, cuando la misma escasa mayoría defendió el claro significado de nuestra Constitución y confirmó los derechos de los ciudadanos conforme a la Segunda Enmienda. (Aplausos).

La lección debería ser clara para todo estadounidense: los jueces son importantes. Y eso significa que la selección de jueces buenos debe ser una prioridad para todos nosotros. Agradezco que muchas de las personas que están escuchándome hoy y presentes en esta sala hayan trabajado arduamente para reclutar a más estadounidenses para esta causa. Este trabajo es beneficioso para todos nosotros, porque el hecho es que nuestra convicción en restricciones a la intervención judicial es compartida por la gran mayoría de ciudadanos estadounidenses. (Aplausos).

Ha sucedido muchísimo desde el 2000. Sin embargo, aún recuerdo cuando se debatía acaloradamente el tipo de jueces que los presidentes deben nombrar. Un grupo decía que los jueces debían considerar la Constitución "un documento que crece con nuestro país y nuestra historia". Este concepto de una "Constitución viva" les da a jueces que no han sido elegidos amplia latitud en la formulación de leyes y políticas sin necesidad de rendirle cuentas al pueblo.

Y luego estaba el grupo opuesto, al cual resulta que pertenecía, que decía que necesitábamos jueces que creyeran que la Constitución quiere decir lo que dice. Cuando me preguntaban si tenía idea del tipo de jueces que nombraría, recuerdo claramente que dije que sí, que se trataba de jueces como Clarence Thomas y Antonin Scalia. (Aplausos).

Recientemente, el juez Scalia otorgó una entrevista al programa de televisión "60 Minutes". No sé si deba describirse como un programa de televisión, como... (risas)... un programa noticioso. (Risas). Habló sobre los escolares que visitan la Corte Suprema y dicen orgullosamente lo que se les ha enseñado sobre la "Constitución viva". El juez Scalia señaló que generalmente tiene el triste deber de decirles a los niños que la Constitución nunca estuvo viva. (Risas). Él cree, como yo y muchos otros en este salón creemos, que la Constitución no es un documento vivo; es un documento perdurable, y los buenos jueces conocen la diferencia. (Aplausos).

Y le prometí al pueblo estadounidense durante la campaña que si tenía la dicha de ser elegido, mi gobierno buscaría candidatos a cargos judiciales que siguieran esa filosofía. Buscaríamos entre un grupo diverso de candidatos y designaríamos a quienes, por sus credenciales, estuvieran en el nivel más alto. No impondríamos ninguna prueba de fuego sobre asuntos o casos particulares. En vez, buscaríamos jueces que interpretaran fielmente la Constitución, mas no usaran los tribunales para inventar leyes o dictar política social. Y con su apoyo, hemos cumplido con esa promesa. (Aplausos). He nombrado a más de un tercio de todos los jueces en los tribunales federales actualmente, y estos hombres y mujeres son juristas del más alto calibre, con una convicción perdurable en la intangibilidad de nuestra Constitución.

La filosofía judicial que traje a Washington, D.C. la demuestran más claramente algunos de los jueces que he nombrado a los tribunales... de hecho, todos los jueces que he nombrado a los tribunales. (Risas). Uno de ellos es hijo de maestros ítalo-americanos de Trenton, Nueva Jersey. Se graduó de Princeton y la Facultad de Derecho de Yale. Trabajó en el Departamento de Justicia de Ronald Reagan, fue fiscal federal de Nueva Jersey, y se desempeñó con distinción como juez de tribunal de circuito. Cuando anuncié que lo había nombrado, este buen hombre fue alabado tanto por demócratas como republicanos por su agudeza e impecables credenciales. Y el 110mo juez de la Corte Suprema de Estados Unidos, Samuel A. Alito, presta un gran servicio a Estados Unidos de Norteamérica. (Aplausos).

Y ejerce funciones con el juez Alito en la Corte Suprema el ex capitán del equipo de fútbol americano de su escuela secundaria, quien trabajaba en el verano en una planta siderúrgica para ayudarse a pagar los estudios universitarios. Recibió su licenciatura de Harvard en apenas tres años y fue jefe de redacción del Harvard Law Review. Posteriormente fue asistente de William H. Rehnquist, el hombre al que reemplazaría como presidente de la corte. En su audiencia de confirmación, este sobresaliente jurista describió su filosofía de esta manera: "Los jueces son como árbitros. Los árbitros no crean las reglas, simplemente las aplican. ...Es una función limitada. Nadie fue nunca a un partido a ver al árbitro". Fue un orgullo para mí nombrar a la Corte Suprema a un hombre realmente decente y un hombre de buen criterio, y ése es el presidente de la Corte Suprema de Estados Unidos, John Roberts. (Aplausos).

Era tan obvio que el juez Roberts estaba excelentemente calificado para el cargo que recibió el respaldo abrumador de los senadores, entre ellos muchos a quienes, por lo común, se considera de tendencias izquierdistas.

Desafortunadamente, el extenso y oportuno apoyo por miembros de ambos partidos al presidente de la Corte Suprema Roberts ha pasado a ser, cada vez más, una excepción. Con el transcurso de los años, la cláusula de "asesoría y consentimiento" de nuestra Constitución ha sido sometida a graves abusos. Al parecer, a los miembros del Senado les gusta el aspecto de "asesorar". El aspecto de "consentir" es el que parece ser el problema.

Quizá la mejor manifestación de este problema sea el caso de Miguel Estrada. Miguel fue uno de mis primeros candidatos a los tribunales, y la historia de su vida es inspiradora. Es un inmigrante de Latinoamérica que vino a Estados Unidos con poco conocimiento del inglés. Vino a alcanzar el sueño. Estudió duro y trabajó duro, y llegó hasta la Universidad de Columbia y luego a la Facultad de Derecho de Harvard. Fue asistente de la Corte Suprema, procesó crímenes en la Oficina del Fiscal de Estados Unidos en Nueva York y trabajó en el Departamento de Justicia bajo el Presidente Bill Clinton.

Cuando Miguel Estrada fue nombrado a un tribunal de circuito del Distrito de Columbia recibió la evaluación unánime de "muy calificado para el cargo" de la American Bar Association. Sin embargo, durante más de dos años esperó un simple voto positivo o negativo del Senado de Estados Unidos. Nunca lo recibió. Por primera vez en la historia, el Senado usó una maniobra para bloquear a un candidato a la Corte de Apelación. Este gran estadounidense soportó años de retrasos; su integridad fue atacada injustamente, y a fin de cuentas, retiró su nombre, todo debido a que una minoría de senadores pensó que no les gustarían sus fallos en el tribunal y les preocupaba que el Presidente algún día lo ascendiera a la Corte Suprema.

Miguel Estrada se merecía algo mejor. Se merecía que el Senado de Estados Unidos lo tratara más dignamente. Y el pueblo estadounidense se merece mejor conducta de quienes envía a representarlos a Washington, D.C. (Aplausos).

Desafortunadamente, lo que le sucedió a Miguel Estrada no es un caso aislado. Muchos otros candidatos muy calificados han soportado la incertidumbre y ataques mordaces contra su persona simplemente porque aceptaron el llamado al servicio público. Entre los que esperan en un limbo se encuentran: Peter Keisler del distrito de D.C., Rod Rosenstein del Cuarto Distrito y decenas de otros candidatos a tribunales de distrito y circuito en todo el país.

Algunos de esos candidatos que esperan un simple voto afirmativo o negativo estarían ocupando vacancias en tribunales que han sido designados "emergencias judiciales". Mientras estas vacancias continúan incumplidas... desocupadas, hay disputas legales por resolver, el número de casos acumulados aumenta, y la justicia llega con retraso para millones de estadounidenses.

El deteriorado proceso de confirmación tiene otras consecuencias que los estadounidenses nunca ven. Los abogados con los que se conversa la posibilidad de ser candidatos a menudo la rechazan cortésmente debido a la incertidumbre y los retrasos y la saña que actualmente caracterizan el proceso de confirmación. Hay quienes se preocupan sobre el impacto que una designación podría tener en sus hijos, que escucharían que la politiquería mancha el buen nombre de su papá o mamá. Esta situación es inaceptable y es mala para nuestro país. La designación a un cargo judicial debe ser un momento de orgullo para los candidatos y sus familias, no el inicio de una horrible pugna. Y el proceso de confirmación debe estar acorde con la mejor democracia del mundo, no parecer un episodio malo de Survivor. (Risas).

Está claro que es necesario mejorar el proceso para la confirmación de candidatos calificados a cargos judiciales. Este proceso siempre será algo contencioso. Pero hay unas cuantas cosas en las que el pueblo estadounidense espera que concordemos. En primer lugar, el pueblo estadounidense espera que los candidatos y sus familias sean tratados con dignidad. No se debe hacer que los candidatos esperen años el voto afirmativo o negativo que el Senado les debe.

El pueblo estadounidense espera que sus funcionarios electos realicen la labor de investigar a los candidatos a cargos judiciales. No debemos conceder a ninguna asociación legal el poder exclusivo de vetar a un candidato antes de que él o ella pueda exponer sus argumentos ante los miembros del Senado. (Aplausos).

El pueblo estadounidense espera que el proceso de nombramiento esté lo más libre posible de partidismo y que los senadores dejen de lado los trucos y artimañas que tienen como propósito bloquear al candidato. Por ejemplo, los senadores han inventado una nueva regla que prohíbe en los años de elecciones la confirmación de cualquiera que no se considere un "candidato de consenso," y se define "consenso" como solamente los candidatos que ellos optan por escoger. A fin de cuentas, el más perjudicado por estas maniobras partidistas es el pueblo estadounidense. Y eso no es lo que pretendían nuestros fundadores, y los presidentes y senadores de ambos partidos deben decirlo.

En Washington, es fácil enfrascarse en la politiquería del momento. Pero si no tomamos medidas para mejorar el proceso de confirmación, quienes están desplegando tácticas y maniobras dañinas actualmente para oponerse a candidatos, tarde o temprano, verán que las cosas cambian en su contra. Incluso en Washington, hay cosas más importantes que la politiquería de siempre. (Aplausos).

El mes entrante, el Senado tendrá sesiones caracterizadas por la ineficiencia de fin de mandato para concluir con sus asuntos legislativos del año. Un asunto que debe ser una de sus prioridades es la larga lista de candidatos calificados a cargos judiciales que aún aguardan una decisión del Senado. Si los demócratas realmente quieren una relación más productiva y de mayor colaboración en Washington, entonces tienen la oportunidad perfecta para probarlo al otorgarles a esos candidatos el voto positivo o negativo que se merecen.

Nuestra democracia requiere que colaboremos y seamos eficientes a favor de los ciudadanos de esta gran república. Estoy seguro de que podemos hacerlo. Y agradezco que haya gente dedicada como todos ustedes que están trabajando tan arduamente para ayudarnos a nombrar jueces buenos a los tribunales y, de igual importancia, para ayudar a darle voz y voto al pueblo estadounidense en el proceso.

Los felicito por su buena labor. Agradezco la oportunidad de venir a hablar con ustedes. Que Dios los bendiga. Y que Dios bendiga al pueblo estadounidense. (Aplausos).

  END            3:23 P.M. EDT