The White House President George W. Bush |
Print this document |
For Immediate Release
Office of the Press Secretary
2 de abril de 2005
DECLARACIONES DEL PRESIDENTE SOBRE EL FALLECIMIENTO DEL PAPA JUAN PABLO II
The Cross Hall
4:02 P.M. EST
EL PRESIDENTE: Laura y yo nos sumamos a las personas en toda la Tierra que se lamentan por el fallecimiento del Papa Juan Pablo II. La Iglesia Católica ha perdido a su pastor, el mundo ha perdido a un defensor de la libertad humana, y un servidor fiel y bondadoso de Dios ha recibido el llamado.
El Papa Juan Pablo II dejó el trono de San Pedro de la misma manera de la que ascendió a él: como testigo de la dignidad humana. En su país natal, Polonia, ese testigo inició una revolución democrática que se diseminó por Europa oriental y cambió el curso de la historia. En todo el Occidente, la presencia de Juan Pablo nos recordó de nuestra obligación de construir una cultura de vida en la que los fuertes protegen a los débiles. Además, durante los años finales el Papa, su presencia fue aun más enérgica debido a su valentía diaria ante la enfermedad y muchísimo sufrimiento.
Todos los papas pertenecen al mundo, pero los estadounidenses tienen una razón especial para amar al hombre de Cracovia. Cuando visitó nuestro país, el Papa habló de nuestra Constitución "providencial", de las verdades evidentes sobre la dignidad humana en nuestra Declaración de la Independencia y de las "bendiciones de la libertad" que se derivan de ella.
Declaró que son todas estas verdades las que han llevado a los pueblos del mundo a mirar hacia los Estados Unidos con esperanza y respeto.
El Papa Juan Pablo II, en sí, fue fuente de inspiración para millones de estadounidenses y muchos más en todo el mundo. Siempre recordaremos a este humilde, sabio e intrépido sacerdote que se convirtió en uno de los grandes líderes morales de la historia. Le agradecemos a Dios por darnos a tal hombre, un hijo de Polonia que llegó a ser el Obispo de Roma y un héroe intemporal.
END 4:04 P.M. EST