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Oficina del Secretario de Prensa
15 de mayo de 2008

Declaraciones del Presidente a Miembros del Knéset
El Knéset
Jerusalén

2:55 P.M. (Local)

EL PRESIDENTE: Presidente Peres y señor Primer Ministro, señora Presidenta, les agradezco mucho por invitarme a esta sesión extraordinaria. Presidenta Beinish, líder de la Oposición Netanyahu, ministros, miembros del Knéset, distinguidos invitados: Shalom. Laura y yo estamos encantados de volver a estar en Israel. Nos han conmovido profundamente las celebraciones de los últimos dos días. Y esta tarde, es un honor para m estar frente a una de las grandes asambleas democráticas del mundo y transmitir los deseos del pueblo estadounidense con estas palabras: Yom Ha'atzmaut Sameach. (Aplausos.)

President George W. Bush receives a standing ovation by members of the Knesset Thursday, May 15, 2008, in Jerusalem. Acknowledging the 60th anniversary of Israel’s independence, the President told the Israeli parliament, “Earlier today, I visited Masada, an inspiring monument to courage and sacrifice. At this historic site, Israeli soldiers swear an oath: "Masada shall never fall again." Citizens of Israel: Masada shall never fall again, and America will be at your side.” White House photo by Shealah Craighead Dirigirse al Knéset es un privilegio poco común para el Presidente de Estados Unidos. (Risas.) Aunque el Primer Ministro me dijo que hay algo incluso menos común: que sólo una persona en esta cámara hable a la vez. (Risas.) Lo único que me pesa es que uno de los más importantes líderes de Israel no esté aquí para compartir este momento. Él es un guerrero que trasciende su época, es un hombre de paz, un amigo. El pueblo estadounidense recuerda en sus oraciones a Ariel Sharon. (Aplausos.)

Nos reunimos para conmemorar una ocasión trascendental. Hace sesenta años en Tel Aviv, David Ben-Gurion proclamó la independencia de Israel, basada en el "derecho natural del pueblo judío de ser dueño de su propio destino". Lo que vino después fue más que el establecimiento de un nuevo país. Fue la redención de la antigua promesa hecha a Abraham y Moisés y David: una patria para el pueblo elegido de Eretz Yisrael.

Once minutos más tarde, bajo órdenes del Presidente Harry Truman, Estados Unidos se enorgullecía de ser el primer país en reconocer la independencia de Israel. Y en este histórico aniversario, Estados Unidos se enorgullece de ser el más firme aliado y mejor amigo de Israel en el mundo.

La alianza entre nuestros gobiernos es inquebrantable, sin embargo, el origen de nuestra amistad va más allá de cualquier tratado. Se basa en el espíritu común de nuestros pueblos, los vínculos del Libro, los vínculos del alma. Cuando William Bradford desembarcó del Mayflower en 1620, citó las palabras de Jeremías: "Venid y contemos en Sión la obra del Señor, nuestro Dios". Los fundadores de mi país vieron una nueva tierra prometida y les dieron a sus poblados nombres como Belén y Nueva Caná. Y con el tiempo, muchos estadounidenses se convirtieron en enérgicos defensores de un Estado judío.

Transcurrirían varios siglos de sufrimiento y sacrificios antes de que el sueño se hiciera realidad. El pueblo judío sufrió la agonía de los pogromos, la tragedia de la Primera Guerra Mundial y el horror del Holocausto; lo que Elie Wiesel denominó "el reino de la noche". Hombres desalmados arrebataron vidas y separaron familias. Sin embargo, no pudieron acabar con el espíritu del pueblo judío ni pudieron impedir que se cumpliera la promesa de Dios. (Aplausos.) Cuando por fin corrió la noticia de la libertad de Israel, Golda Meir, una mujer intrépida criada en Wisconsin, sólo pudo reaccionar con lágrimas. Posteriormente dijo: "Durante dos mil años hemos esperado nuestra emancipación. Ahora que ha llegado, es tan magnífica y maravillosa que supera palabras humanas".

President George W. Bush stands with Dalia Itzik, Speaker of the Knesset, and Israel’s President Shimon Peres on the floor of the Knesset Thursday, May 15, 2008, in Jerusalem. During his remarks to the members of the Israel parliament, President Bush said, “We gather to mark a momentous occasion. Sixty years ago in Tel Aviv, David Ben-Gurion proclaimed Israel's independence, founded on the "natural right of the Jewish people to be masters of their own fate." What followed was more than the establishment of a new country. It was the redemption of an ancient promise given to Abraham and Moses and David -- a homeland for the chosen people Eretz Yisrael.” White House photo by Shealah Craighead La dicha de la independencia fue empañada por el inicio de la batalla, una lucha que ha continuado durante seis décadas. A pesar de la violencia, y desafiando las amenazas, Israel ha desarrollado una democracia próspera en el corazón de Tierra Santa. Han acogido a inmigrantes provenientes de los cuatro puntos cardinales. Han forjado una sociedad libre y moderna, basada en el amor por la libertad, pasión por la justicia y el respeto por la dignidad humana. Han trabajado incansablemente por la paz. Han luchado valientemente por la libertad.

La admiración de mi país por Israel no acaba allí. Cuando los estadounidenses vemos a Israel, vemos un espíritu pionero que logró un milagro agrícola y ahora es líder en la revolución de la alta tecnología. Vemos universidades de primera a nivel internacional y un líder mundial en el comercio, la innovación y las artes. Vemos un recurso más valioso que el petróleo o el oro: el talento y la determinación de un pueblo libre que se rehúsa a permitir que obstáculo alguno se interponga en el camino hacia su destino.

He tenido la dicha de ver de cerca la fibra moral de Israel. He tocado el Muro Occidental (Muro de los Lamentos), he visto el sol reflejado en el Mar de Galilea, he rezado en Yad Vashem. Y hoy visité Masada, un inspirador monumento a la valentía y el sacrificio. En este lugar histórico, los soldados israelíes prestan este juramento: "Masada nunca volverá a caer". Ciudadanos de Israel: Masada nunca volverá a caer, y Estados Unidos estará de su lado.

Este aniversario es un momento para reflexionar sobre el pasado. También es una oportunidad de mirar hacia el futuro. En el camino a seguir, guiarán nuestra alianza principios claros. convicciones que compartimos basadas en la claridad moral, que las encuestas de popularidad o las opiniones cambiantes de élites internacionales no pueden perturbar.

Creemos en el valor inigualable de todo hombre, mujer y niño. Por lo tanto, insistimos en que el pueblo de Israel tiene derecho a una vida decente, normal y pacífica, como también los ciudadanos de todas las demás naciones. (Aplausos.)

Creemos que la democracia es la única manera de garantizar los derechos humanos. Por lo tanto, consideramos motivo de vergüenza que las Naciones Unidas rutinariamente apruebe más resoluciones de derechos humanos contra la democracia más libre en el Oriente Medio que contra cualquier otro país del mundo. (Aplausos.)

Creemos que la libertad religiosa es fundamental en una sociedad civilizada. Por lo tanto, condenamos el antisemitismo en todas sus formas, ya sea por quienes cuestionan abiertamente el derecho de Israel a existir o por otros que los dispensan en voz baja.

Creemos que los pueblos libres deben esforzarse y sacrificarse por la paz. Por lo tanto, aplaudimos las valientes decisiones tomadas por los líderes de Israel. También creemos que los países tienen el derecho de defenderse y que ningún país debe ser forzado jamás a negociar con asesinos que han jurado destruirlo. (Aplausos.)

Creemos que atacar vidas inocentes para lograr objetivos políticos está mal, siempre y en todo lugar. Por lo tanto, permanecemos unidos contra el terrorismo y extremismo, y nunca bajaremos la guardia ni perderemos la determinación. (Aplausos.)

La lucha contra el terrorismo y extremismo es el desafío que define a nuestros tiempos. Es más que un choque de armas. Es un choque de visiones, una gran lucha ideológica. Por un lado están quienes defienden los ideales de la justicia y dignidad con el poder de la razón y la verdad. Por otro lado están quienes van en pos de una visión intolerante de crueldad y control cometiendo asesinatos, incitando el temor y diseminando mentiras.

Se libra esta lucha con la tecnología del siglo XXI, pero en esencia es la antigua batalla entre el bien y el mal. Los asesinos aducen estar bajo el manto del Islam, pero no son hombres religiosos. Nadie que invoca al Dios de Abraham podría ponerle un chaleco suicida a un niño inocente ni arrojar bombas contra invitados libres de culpa alguna en una Pascua judía ni estrellar aviones contra edificios de oficinas llenos de trabajadores desprevenidos. En realidad, los hombres que cometen estos actos salvajes no tienen un objetivo superior sino su propio deseo de poder. No ponen a ningún Dios por encima de sí mismos. Y reservan un odio especial para los más fervientes defensores de la libertad, entre ellos los estadounidenses e israelíes.

Y es por eso que la carta de fundación de Hamas propone la "eliminación" de Israel. Y es por eso que los partidarios del Jezbolá vitorean, "¡Muerte a Israel, muerte a Estados Unidos!" Es por eso que Osama bin Laden enseña que "el asesinato de judíos y estadounidenses es uno de los deberes más importantes". Y es por eso que el Presidente de Irán sueña con devolver al Oriente Medio a la Edad Media y propone que se borre a Israel del mapa.

Hay gente buena y decente que no comprende la iniquidad de estos hombres y trata de explicar sus palabras. Es natural, pero están terriblemente equivocados. Como testigos de maldad en el pasado, tenemos la solemne responsabilidad de tomar estas palabras en serio. Los judíos y estadounidenses han visto las consecuencias de hacer caso omiso de las palabras de los líderes que defienden el odio. Y ése es un error que el mundo no debe repetir en el siglo XXI.

Hay quienes aparentemente creen que debemos negociar con terroristas y radicales, como si algún argumento ingenioso fuese a convencerlos de que han estado equivocados desde un principio. Hemos oído este falso y tonto delirio anteriormente. Mientras tanques nazis entraban a Polonia en 1939, un senador estadounidense declaró: "Señor, si sólo hubiese podido hablar con Hitler, todo esto podría haberse evitado". Tenemos una obligación de llamar esto por su nombre: el falso consuelo del apaciguamiento, lo cual ha sido desacreditado repetidamente por la historia. (Aplausos.)

Hay quienes sugieren que si Estados Unidos simplemente rompiera relaciones con Israel, todos nuestros problemas en el Oriente Medio desaparecerían. Éste es un argumento trillado que cae presa de la propaganda de los enemigos de la paz, y Estados Unidos lo rechaza totalmente. Quizá la población de Israel sea de poco más de 7 millones. Pero cuando le hacen frente al terrorismo y la maldad, es de 307 millones, porque Estados Unidos de Norteamérica está de su lado. (Aplausos.)

Estados Unidos los respalda al desbaratar redes terroristas y negarles santuario a los extremistas. Estados Unidos los respalda al oponerse firmemente las ambiciones de Irán de tener armas nucleares. Permitir que el principal instigador mundial del terrorismo posea las armas más letales en el mundo sería una traición imperdonable a las futuras generaciones. Y en aras de la paz, el mundo no debe permitir que Irán tenga un arma nuclear. (Aplausos.)

A fin de cuentas, para prevalecer en esta pugna, debemos ofrecer una alternativa a la ideología de los extremistas, propagando nuestra visión de justicia y tolerancia y libertad y esperanza. Estos valores son un derecho patente de todos los pueblos, de todas las religiones en todo el mundo, porque son un don del Dios Todopoderoso. Preservar estos derechos es también la manera más segura de preservar la paz. Los líderes que son responsables ante su pueblo no van en busca de interminable confrontación y derramamiento de sangre. Los jóvenes con un lugar en su sociedad y voz y voto sobre su futuro son menos propensos a buscar sentido en el radicalismo. Las sociedades donde los ciudadanos pueden expresar los dictados de su conciencia y venerar a su Dios no exportan violencia y son socios en la paz.

La noción fundamental de que la libertad produce paz es la gran lección del siglo XX. Ahora nuestra tarea es aplicarla al siglo XXI. Y en ningún otro lugar esta tarea es más urgente que aquí en el Oriente Medio. Debemos respaldar a los reformistas que se esfuerzan por romper los antiguos patrones de tiranía y desesperanza. Debemos darles voz a millones de personas que sueñan con una vida mejor en una sociedad libre. Debemos confrontar el relativismo moral que considera que todas las formas de gobierno son igualmente aceptables y por ello relega a sociedades enteras a la esclavitud. Sobre todo, debemos tener fe en nuestros valores y en nosotros mismos, y con plena confianza, ir en busca de la expansión de la libertad como la vía a un futuro de paz.

Ese futuro será radicalmente diferente al Oriente Medio de hoy. Así que al conmemorar los 60 años de la fundación de Israel, tratemos de visualizar la región en 60 años. Esta visión no va a llegar fácilmente ni de la noche a la mañana; enfrentará una violenta resistencia. Pero si nosotros y futuros presidentes y futuros Knéset mantenemos nuestra determinación y tenemos fe en nuestros ideales, éste es el Oriente Medio que podemos ver:

Israel estará celebrando su 120mo aniversario como una de las grandes democracias en el mundo, con un país seguro y floreciente para el pueblo judío. El pueblo palestino tendrá el país que soñaron y merecieron por tanto tiempo, un estado democrático gobernado por la ley y que respeta los derechos humanos y rechaza el terrorismo. Desde Cairo hasta Riad, Bagdad y Beirut, la gente vivirá en sociedades libres e independientes, donde el deseo de paz es reforzado por lazos diplomáticos, turísticos y comerciales. Irán y Siria serán naciones pacíficas, donde la opresión de hoy será un recuerdo remoto, y la gente será libre de expresar lo que piensa y desarrollar los talentos que Dios le dio. Al Qaida y Jezbolá y Hamas serán derrotados, y los musulmanes de toda la región reconocerán la vacuidad de la visión terrorista y la injusticia de su causa.

En general, el Oriente Medio se caracterizará por un nuevo periodo de tolerancia e integración. Y esto no significa que Israel y los países vecinos serán estupendos amigos. Pero cuando los líderes de toda la región sean responsables ante su pueblo, concentrarán su energía en escuelas y empleos, no en misiles ni ataques suicidas. Con este cambio, Israel abrirá un nuevo capítulo de esperanza en el que su pueblo pueda vivir una vida normal, y el sueño de Herzl y los fundadores de 1948 finalmente se haga realidad por completo.

Ésta es una visión audaz, y hay quienes dicen que nunca se podrá lograr. Pero piensen en lo que hemos presenciado en nuestra época. Cuando Europa se estaba destruyendo a sí misma con una guerra generalizada y genocida, era difícil imaginar un continente que seis décadas después sería libre y viviría en paz. Cuando los pilotos japoneses llevaban a cabo misiones suicidas contra navíos de guerra estadounidenses, parecía imposible que seis décadas después Japón sería una democracia, un puntal de seguridad en Asia y uno de los amigos más leales de Estados Unidos. Y cuando llegaron aquí, al desierto, oleadas de refugiados sin nada de nada y rodeados de ejércitos hostiles, era casi inimaginable que Israel se convertiría en una de las naciones más libres y exitosas de la Tierra.

Sin embargo, todas y cada una de estas transformaciones ocurrieron. Y un futuro de transformación es posible en el Oriente Medio siempre que la nueva generación de líderes tenga el valor de derrotar a los enemigos de la libertad, tomar decisiones difíciles pero necesarias para la paz y pararse con firmeza en la roca sólida de los valores universales.

Hace sesenta años, en la víspera de la independencia de Israel, cuando los últimos soldados británicos salían de Jerusalén, un oficial se detuvo ante un edificio en el sector judío de la Ciudad Antigua. El oficial tocó a la puerta, y le abrió el rabino principal. El oficial le entregó una corta barra de hierro, la llave de la Puerta de Sión, y le dijo que era la primera vez en 18 siglos que la llave de las puertas de Jerusalén estaba en posesión de judíos. Con manos temblorosas, el rabino elevó una oración de agradecimiento a Dios, "quien nos dio vida y nos permitió ver este día". Luego se volvió al oficial y pronunció las palabras que los judíos habían anhelado pronunciar por tanto tiempo: "Acepto esta llave en nombre de mi pueblo".

En las últimas seis décadas, el pueblo judío ha establecido un estado que habría enorgullecido a ese humilde rabino. Ustedes han levantado una sociedad moderna en la Tierra Prometida, una luz para las naciones, que preserva el legado de Abraham e Isaac y Jacob. Y han construido una poderosa democracia que perdurará para siempre y que siempre puede contar con que Estados Unidos de Norteamérica estará a su lado. Que Dios los bendiga. (Aplausos.)

END 3:18 P.M. (Local)


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